En el mundo hay alrededor de 300.000 niños soldados que van a la guerra. Para ellos, la guerra no se parece en nada a un juego virtual. Son niños y niñas que no se dan cuenta de los peligros a los que están expuestos.
Cuando comienzan las descargas, una gran excitación recorre su cuerpo. Algunos comandantes los animan con estupefacientes y alcohol. Se lanzan al campo de batalla, gritando como locos. Se creen inmortales. Aunque disparen contra ellos, nada les detiene y prosiguen su avance hacia la muerte.
Algunos chicos y chicas se incorporan a los ejercitos regulares o fuerzas rebeldes por propia voluntad. Otros los reclutan en calles, escuelas y orfanatos. La existencia de niños soldado en países en vías de desarrollo, es una vergüenza para un mundo que habla de justicia social.
Xabier Bilbao
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